“Lo de siempre se repite mortal en lo nuevo, que pasa rapidísimo”

“Lo de siempre se repite mortal en lo nuevo, que pasa rapidísimo”

“Incluso lo más moderno se me vuelve enseguida antigualla y recuerdo bien lejano”, reitera Enrique Vila-Matas abundando en el título de esta entrada, que el fenómeno barcelonés escribe, supongo que por primera vez(1) , en Bartleby y compañía (2001).

Imagen del escritor español Enrique Vila-Matas (1948), autor de ‘Bartleby y compañía’.
Enrique Vila-Matas

Como Vila-Matas es de sobra conocido por sus propias y fantásticas obras, voy a centrarme en otra de sus facetas literarias: su maestría en la pesca de frases ajenas. Y por si alguien cree percibir en mí algún rastro de irónica inquina, aclaro que no lo veo como un competidor: él no tiene un blog de citas. Quizá pueda transmitir cierta envidia por no haber sido yo el descubridor de esa joya, porque me haya hurtado para siempre el gozoso momento en que se atrapa por primera vez una cita esquiva, que, camuflada entre miles de palabras, había burlado antes a tantos cazadores. Pero en realidad lo que siento es gratitud por su magnífica labor en este campo (en este mar) tan trillado como plagado de plagios ―hay una pandemia de citas plagiadas(2) ―, y para demostrarlo voy a esquilmar sus capturas, siguiendo sus enseñanzas:

No importa dónde las descubra. Las citas literarias, si las intuyo útiles, me las quedo de inmediato. “Tomo lo que sirve, allí donde lo encuentro” (Jacques Lacan). “Soy fenicio, me aprovecho de todo” (Salvador Dalí). Las citas las archivo en mi documento Word Manual del futuro. Pero algunas las utilizo al instante, las inserto en lo que estoy escribiendo: hago que me funcionen como sintaxis, es una forma como otra cualquiera de narrar. Las restantes citas se quedan en el archivo meses, a veces años, y su destino acaba pareciéndose al de aquellos admirados escritores a los que no encontramos nunca el contexto adecuado para rescatarlos.

Al reproducir sus textos, sabiamente elegidos, Vila-Matas logra despertar nuestro interés por ignotos autores y nuestro urgente deseo de conocerlos. Ansiosos nos preguntamos quién será ese tal Clément Cadou, que dejó para la posteridad algo tan admirable como este epitafio (murió joven):

Intenté sin éxito ser más muebles, pero ni eso me fue concedido. Así que he sido toda mi vida un solo mueble, lo cual, después de todo, no es poco si pensamos que lo demás es silencio.

O ese otro de nombre francés, Marcel Maniere, que comienza así su única obra, Infierno perfumado:

Como no sé cómo empezar, diré que me llamo Marcel Maniere y que pertenezco al OuLiPo y que ahora siento un profundo alivio al ver que ya puedo pasar a la segunda frase, que siempre es menos comprometedora que la primera, que es siempre la más importante de cualquier libro, pues en la primera, como es sabido, el máximo esmero siempre es poco.

Lo cual, precisa oportunamente el autor de Impostura y de las memorias falsas del escritor Juan Lancastre Aire de Dylan, es una “impostura triple”, porque “ni es cierto que no sepa cómo empezar ni lo es tampoco que pertenezca al grupo literario al que dice pertenecer, y, además, no se llama Marcel Maniere”.

Portada de ‘Bartleby y compañía’, de Enrique Vila-Matas, en Anagrama.

Los epigramas que caen en las redes vila-matianas cobran nueva vida, no los exhibe como trofeos marchitos o símbolos de su letal poder, ni los coloca como amuletos acomodaticios. Y son tan exquisitos, tan profundos y tan ingeniosos, que nos sorprende no haberlos oído antes, y nos revelan a tantos autores desconocidos que nos preguntamos si no somos mucho más iletrados de lo que pretendíamos. Aunque, para nuestra tranquilidad, siempre podemos pensar, como de Borges decía Monterroso, que uno puede oscilar entre creerse todas sus referencias librescas o no creer ninguna.

En la fabulosa indagación sobre la literatura del No que es Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas despliega un apabullante y original catálogo de sentencias y autores ajenos a las superpobladas webs de citas de Internet. Como el italiano Roberto, Bobi, Bazlen (1902-1965):

“Casi todos los libros no son más que notas a pie de página infladas”

Yo creo que ya no se pueden escribir libros. Por lo tanto, no escribo más libros. Casi todos los libros no son más que notas a pie de página, infladas hasta convertirse en volúmenes. Por eso escribo solo notas a pie de página.

Si, como a mí, este escritor les resulta desconocido, más aún lo será su paisano Daniele Del Giudice (1949), que dedicó el libro El estadio de Wimbledon al estudio de Bazlen, y de quien el barcelonés rescata el siguiente epigrama:

Escribir no es importante, pero no se puede hacer otra cosa.

Como escribe Marcel Bénabou (1939) en Por qué no he escrito ninguno de mis libros:

Sobre todo no vaya usted a creer, lector, que los libros que no he escrito son pura nada. Por el contrario (que quede claro de una vez), están como en suspensión en la literatura universal.

Pero, quizá, mi favorita de las recopiladas por Vila-Matas sea esta frase del mexicano Carlos Díaz Dufoo hijo (1888-1932):

En su trágica desesperación arrancaba, brutalmente, los pelos de su peluca.

Para no destripar por completo Bartleby y compañía, terminaré mi recorrido por el fascinante libro del autor de Kassel no invita a la lógica con el galo Nicolas de Chamfort (1741-1794), que en Productos de la civilización perfeccionada se preguntaba a sí mismo “¿Por qué no publicáis?”. De sus numerosas respuestas, Vila-Matas selecciona, entre otras, esta:

Porque el público me parece que posee el colmo del mal gusto y el afán por la denigración.

Y para mí que la selecciona porque se identifica con ella. Pues la gente conoce ―conocemos― mal que bien a los autores de best sellers, pero raramente, por no decir nunca, se interesa por creadores únicos y arriesgados de la talla de Chamfort, Díaz Dufoo hijo, Bobi Bazlen, Del Giudice o Marcel Bénabou (por no hablar de Marcel Maniere, Clément Cadou o Enrique Vila-Matas). Unas frases del propio Vila-Matas nos ilustran. En el discurso de recepción del premio Rulfo en Guadalajara (México), en noviembre de 2015, hablaba así de la novela y de los lectores actuales en un texto que tituló El futuro:

“En su trágica desesperación arrancaba, brutalmente, los pelos de su peluca”

Con una confianza ingenua en la evolución de la exigencia de los lectores del nuevo siglo, creía que aumentaría el nivel de inteligencia general.

Pero

Entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros que nos jactamos groseramente de haber leído de un tirón.


(1)En cualquier caso, entiendo que a todos los efectos el título de esta entrada (“lo de siempre se repite mortal en lo nuevo, que pasa rapidísimo”) es una primera cita, porque si bien es cierto que Vila-Matas lo ha repetido literalmente en un par de ocasiones, como mínimo (en el artículo periodístico No leeré más e-mails, publicado en El País de Madrid en agosto de 2013, y, en Buenos Aires, en el discurso de inauguración del Filba Internacional 2014, en septiembre, que bajo el título Intensa sed de venganza reproduce el anteriormente citado), no lo es menos que no lo ha hecho de forma independiente o resaltada, sino camuflada en medio de un texto ―es decir, como una diáfana no cita―, ni le ha atribuido en ningún momento la condición de cita propia o autocita. Si así hubiera sido, la frase de marras se habría incluido en la categoría, menos prestigiosa pero no por ello menos respetable, de segunda cita(2), de manera que tendría que haberse etiquetado como tal, tal y como estipulan las estrictas normas clasificatorias y de atribución de fuentes que se aplican con rigor en Cita a las Diez.

(2)Más información sobre las categorías de Cita a las Diez, y sobre citas originales y plagiadas, en Fin.

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